Prostitución: ¡nunca más!

Por: Sandra Norak und Dr. Ingeborg Kraus / 18 de septiembre de 2018 / Original: Nie wieder Prostitution!
Traducción: María Arenas Bardisa (29/10/2019)traductoras por la abolicion de la prostitucion

Nos conocimos como activistas contra el sistema prostitucional durante el rodaje del documental “Brothel Germany – the billion-business with prostitution” nominado para el “Prix Europa” en 2018, para el que participamos como expertas en el tema. Sandra Norak, como víctima del método de captación “lover-boy”, que consiguió abandonar la prostitución tras 6 años y que actualmente estudia derecho. Y la doctora Ingeborg Kraus, como psicóloga y terapeuta especializada en traumas. Con este artículo pretendemos unir nuestras experiencias y perspectivas.

A veces, el camino se hace demasiado largo; tan largo que incluso pensamos que no tendremos la fuerza necesaria para llegar al final. La salida de la prostitución, que destrozó mi cuerpo y alma casi por completo, es un camino especialmente largo y doloroso, que parece interminable y en el que te encuentras con obstáculos que parecen insuperables.

Constantemente escuchamos y leemos que, a pesar de reconocer que su experiencia fue traumática y considerar que la prostitución es violencia, quienes quieren dejar la prostitución lidian con la idea de volver o incluso acaban volviendo. Este comportamiento resulta incomprensible para las personas ajenas a la prostitución.

Con este artículo, queremos aclarar cuáles son las dificultades que aparecen al dejar la prostitución y, a la vez, mostrar nuestro apoyo a las mujeres durante este proceso y después del mismo.

Cuando se habla de prostitución en la sociedad alemana, se observa cómo la ley regulacionista de 2002 ha promovido la idea de que ésta es un trabajo como cualquier otro. Pero la prostitución deja profundas cicatrices en el cuerpo y en el alma. La salida no es comparable a un simple cambio de trabajo. Una vez atrapadas en el sistema prostitucional, es muy difícil salir y muchas no lo consiguen jamás.

La salida física de la prostitución, el paso que se da con el cuerpo hacia la vida real, es relativamente fácil de lograr siempre y cuando se tenga la oportunidad. Sin embargo, la salida física no equivale a la salida psicológica. Quien ha experimentado la prostitución, habrá sobrevivido a los peores y más profundos abismos de la sociedad: una violencia inmensa e inconmensurable, humillaciones, mentiras y la mayor ausencia de humanidad. Puedes escapar de esa vida físicamente, pero, a nivel psicológico, muchas mujeres quedan atrapadas en esos recuerdos, en el dolor y, a menudo, a causa de todo lo vivido, creyendo que son despreciables, inútiles, y que no merecen otra cosa. La salida física es difícil, pero la psicológica lo es mucho más, y requiere de años o incluso décadas. Conlleva confrontar dolor y trauma a diario. Implica un lento alejamiento de una vida pasada repleta de violencia. Esta salida psicológica es extremadamente importante y no se trata solo de olvidar esas experiencias, sino de aceptar un pasado imborrable integrándolo en tu vida y, a la vez, desprenderse de esa realidad paralela que es la prostitución.

A menudo, quienes están en la prostitución, desconocen los efectos de las heridas de la prostitución en su vida diaria y esto dificulta aún más la salida. Quisiéramos explicar algunos de los obstáculos que aparecen en el camino hacia esa nueva vida.

Para estar en situación de prostitución, y soportar las incontables penetraciones de desconocidos, es necesario tomar una actitud que minimice activamente la violencia, como creer que no es tan horrible y se puede sobrellevar. Pero… ¿Cómo se desarrolla tal actitud?

Quienes sufren abusos físicos o psicológicos en la infancia temprana, suelen adoptar la idea de que el maltrato que sufren no es tan malo; que lo merecen o que es algo normal. Esto se conoce en los estudios psicológicos sobre traumas como “introyección“ o ”identificación con el agresor”. Se trata de una estrategia de supervivencia para poder lidiar mejor con la violencia. Al no poder soportar la situación que viven y tampoco poder cambiarla, las víctimas aceptan a menudo el punto de vista del agresor; ya que, al fin y al cabo, si actúan como éste quiere es más probable que sobrevivan: “Si hago exactamente lo que me dicen, probablemente me dejarán tranquila y la situación no empeorará”. Palabras como: “eres inútil” se transforman en “soy inútil” y “nunca lograrás nada” en “nunca lograré nada”.

Esta aceptación e internalización de las ideas del agresor para protegerse suelen condicionar la vida cotidiana en la edad adulta manifestándose en forma de una auto percepción negativa, y también a través de la falta de cuidados y protección propia. Quien haya tenido que aprender pronto a soportar violencia para poder sobrevivir, a menudo no podrá protegerse de ella como adulto. Este es un punto muy importante. Dejan de percibir las necesidades propias y sobretodo los propios límites porque han asumido las necesidades del agresor desde una edad temprana y, al mismo tiempo, han tenido que experimentar constantemente la invasión de sus límites.

Cuando además, la violencia sexual en forma de prostitución no queda reconocida como tal por la sociedad ni por el Estado, sino que se trivializa como un servicio viable, la introyección no disminuye sino que se intensifica. A las personas prostituidas, la legalización de la compra de sexo les enseña que la violencia que experimentan no es tal, porque pueden ser compradas para uso sexual. El Estado señala con su legislación liberal que la prostitución no es violencia sino un trabajo. Este punto de vista se acepta, incluso en muchos centros de asesoramiento. Es peligroso porque se incita a la prostitución sin informar en primer lugar de la inmensa violencia a la que quedan expuestas.

Cuando mi proxeneta me arrastró (Sandra) a un burdel por primera vez y siendo yo adolescente, tuve un mal presentimiento y quise huir. Era joven e insegura y no sabía cómo comportarme o el peligro que corría. Me introdujo a la prostitución insistiendo en que todo era normal y no debía ser tan estrecha. Recordé el posicionamiento de nuestro gobierno afirmando que es un trabajo, y que los proxenetas y directores de burdeles, son entrevistados en programas “serios” en los que se refieren a ellos como empresarios en lugar de como criminales. Recordé que describen la prostitución como si no fuera realmente una mala experiencia. Precisamente esa imagen de normalidad es la que también nuestro Estado comunica con su legislación. Así que por eso me fue todavía más difícil ver que estaba deslizándome hacia un entorno de violencia criminal. No es así como describían la prostitución ni como lo hacen ahora tampoco. Justamente nuestro Estado es responsable de dar ejemplo y orientar a las personas jóvenes y vulnerables. Si mediante la prohibición de la compra de sexo el Estado me hubiera indicado claramente: “la prostitución es violencia y una violación de la dignidad humana” entonces, ese traficante de personas lo habría tenido mucho más difícil para meterme en la prostitución. La triste verdad es que nuestro Estado ha asumido la violencia sexual contra las mujeres como algo normal. Eso es lo que demuestra esta legislación liberal sobre la prostitución y eso es lo que aprende la gente; así es como crecen los niños, creyendo que no es violencia que personas en prostitución sean penetradas y despojadas de su dignidad a diario.

Sin embargo, sí que es violencia, y estas traumáticas experiencias en la prostitución suelen resultar en un trastorno de estrés postraumático, cuyos síntomas pueden complicar enormemente la reinserción a una vida lejos de la prostitución, ya que, aunque los síntomas existen, son completamente invisibles para quien no los sufre y, a menudo, quien los sufre los oculta por temor a sufrir rechazo social. Los desencadenantes de los síntomas estando ya fuera de la prostitución son muy diversos (no solo directamente relacionados con el agresor, sino con el estrés, las estaciones del año, sonidos concretos…) y pueden provocar terrores acompañados de reacciones físicas violentas. Esto dificulta comenzar una nueva vida y conocer a gente nueva. Las emociones extremas que se disociaron durante la prostitución pueden desencadenarse por cualquier cosa e imposibilitar la creación de nuevos vínculos sociales, constituyendo así un círculo vicioso en el que el aislamiento se intensifica, e incrementa la sensación de estar fuera de lugar y de sentirse comprendida sólo por personas pertenecientes al sistema prostitucional. De esta manera aumenta el riesgo de que, quien ha conseguido salir de la prostitución, vuelva a caer de nuevo. Ejemplos de los síntomas más comunes son: los ataques de pánico y los fenómenos disociativos. En algunos casos estos síntomas hacen que la concentración y el rendimiento estén tan mermados que la vida se convierta en una inmensa agonía. Además del trauma, las enfermedades físicas son también muy comunes.

Otro problema que surge al dejar prostitución es que la vida en la prostitución te aísla. Este aislamiento es también una estrategia deliberada de los agresores para atar emocionalmente a sus víctimas. Las personas aisladas son más fáciles de controlar que aquellas que conservan sus vínculos. Muchas mujeres en situación de prostitución están totalmente solas cuando salen y deben empezar de cero, pues sus únicos conocidos están dentro de la prostitución. Muchas cayeron en la prostitución a una edad temprana y ni siquiera pudieron obtener una titulación o aprender un oficio. Salen de la prostitución y no tienen perspectivas de futuro. Para recuperar el tiempo perdido y todo lo que les fue robado en la prostitución, tanto a nivel personal como profesional, se necesitan años, y exige no solo lidiar con su doloroso pasado, sino además una enorme paciencia y una firme autoconfianza que, a menudo, ha sido profundamente dañada por las experiencias en la prostitución.

En la prostitución reina la violencia; sin embargo, muchas sienten que al menos allí tienen un lugar que ocupar. La vida fuera de ella se les hace extraña, como si nunca pudiesen ser aceptadas ni bien recibidas en ese nuevo mundo. Una ex-prostituta, que conocemos, quería salir de la prostitución y encontrar un trabajo siendo honesta. Le dijo a su posible jefe que era prostituta y quería salir. Esta fue la respuesta que recibió: “mi esposa tendría un problema con que trabajases aquí habiendo sido prostituta, pero si quieres, podemos reunirnos en privado en un hotel esta noche. También pago bien”. Fue profundamente humillante para ella. Estaba luchando para salir del sistema prostitucional que la degradaba y reducía a un mero objeto, y lo que obtuvo en lugar de apoyo fue de nuevo la etiqueta de: “no vales más que para que te usen sexualmente”. Exactamente así se sienten las personas en situación de prostitución. Si en su intento por salir experimentan algo similar, es probable que pierdan toda esperanza y vuelvan a caer en el sistema prostitucional. Piensan que si nadie les quiere, no valen nada, y no sirven para nada, será mejor que vuelvan al sitio que les corresponde. Para quien está dentro, salir de este sistema es muy muy difícil.

Si hay algo cierto, es que la salida de la prostitución es extremadamente difícil, un camino pedregoso que a menudo está lleno de situaciones insoportables y sin aparente salida. Pero volver a la prostitución no es otro paso más para salir de la miseria, sino otro obstáculo más. La vuelta a la prostitución no es parte del camino de salida que te lleva despacio hacia la libertad, como algunas creen y por lo que vuelven: sino que, al contrario, te arrastra de nuevo a otro camino, el de la destrucción total del cuerpo, la mente y el alma, y por eso mismo decidiste abandonarlo ya una vez.

Volver a la prostitución es una forma de minimizar los propios traumas, incrementando la sintomatología física y destruyendo aún más la autoestima, la confianza en una misma y el amor propio. Hay muchas capacidades importantes, como las mencionadas, que bien pueden no haberse desarrollado nunca si la persona cayó en la prostitución a una edad muy temprana, o que se pierden estando en la prostitución. Aunque se empiecen a redescubrir y a desarrollar dichas capacidades en la salida de la prostitución, se desvanecen nuevamente al volver a entrar. Es como pulsar el botón de reinicio, volver a entrar nunca es una solución temporal, nunca es un progreso.
No obstante, debemos recordar que la prostitución es violencia sexual, y en ella se emplean mecanismos de violencia para dominar a sus víctimas, que nos resultan imposibles de comprender con nuestra lógica. Incluso cuando la persona ha entendido y conoce lo que es el sistema y sus mecanismos, la violencia, las causas y las consecuencias, puede ser que en la etapa final de su salida, las ayudas disponibles sean insuficientes, o que viejas heridas se reabran, saboteando así la salida y provocando el retorno a la prostitución. Por eso, jamás se le debe reprochar a nadie desde un plano personal que vuelvan a la prostitución.

Pero tampoco se debe plantear públicamente la vuelta a la prostitución como una solución. Aquí es donde incide el abolicionismo, que trata de sacar a la gente del sistema aunque en Alemania sea considerado un servicio normal y el modelo nórdico aún no se haya implantado. El abolicionismo entiende que el regreso a la prostitución no es una salida; sino que constituye una constante erosión de los límites personales y que lleva a la destrucción de la persona en lugar de a su progreso. No sana las heridas, sino que las reabre de nuevo.

Lo más importante es dar un mayor y más rápido acceso a la terapia psicológica de traumas para que se puedan manejar mejor estos obstáculos y asegurar la salida de la prostitución. También para conocer en primer lugar los propios límites, restablecerlos y poder liberarse de relaciones violentas o formas de vida destructivas. Solo quienes entienden lo que les sucede pueden, si lo desean, buscar soluciones y encontrar una salida. Superar los efectos del trauma es de enorme importancia, pero imposible si uno continúa haciendo aquello que generó ese trauma o revive otros.

A veces, el camino de salida se hace tan largo, que una cree no tener fuerzas suficientes para llegar al final del túnel y desearía rendirse, pero debe continuar hasta la meta por su propio bien.

También fue largo y duro para mí (Sandra). Ya sólo la salida física, graduarme y cursar una carrera universitaria me parecían algo prácticamente imposible. En 2012, retomé los estudios de bachillerato mientras estaba en el burdel. Se reían de mí y decían: «Nunca lo logrará». Llevé esta frase conmigo durante mucho tiempo, la había internalizado, pero en algún momento empecé a luchar contra ella. Quería conseguirlo. Quería salir de allí. Quería una vida. En 2014 pude salir de la prostitución y terminar el bachillerato. Hoy, en 2018, estoy ya acabando la carrera. Durante los últimos 6 años he estado recuperando la educación que me robó la prostitución. Sabía que la educación era la clave para escapar de la miseria. Querer abandonar la prostitución y llevarlo a cabo significa aceptar el gran desafío de abrirse camino de nuevo en el mundo; y a veces, puede hacer que pierdas las esperanzas.

El trauma puede anclarse a tu cuerpo y manifestarse de diferentes maneras. Tras mi salida, los trastornos traumáticos se manifestaron en forma de ataques de pánico, la falta de aliento y la sensación constante de desmayo hacían mis días insoportables. También a través de mi aparato locomotor, que quedó tan debilitado que apenas podía caminar. Estar expuesto a la violencia debilita el alma y el cuerpo. Estar expuesto a una violencia, que la sociedad ni siquiera reconoce como tal (como en Alemania, país en el que comprar sexo no se reconoce como violencia), debilita el cuerpo y el alma aún más, porque te auto-convences de que no es algo tan horrible; y te exiges a ti mismo tolerar lo intolerable.

Más tarde me pregunté a mí misma cómo pude aguantarlo durante 6 años. Anestesiarme con alcohol ayudó, pero, como acabe reconociendo más tarde, me ayudó sobretodo la disociación. La disociación es un mecanismo protector del cuerpo, que separa las sensaciones de la conciencia para soportar una violencia insoportable. Me llevó años entender qué es la disociación, cómo funciona y cómo me ayudó. Puede expresarse de muchas formas diferentes, para mí fue esta sensación de no estar allí y de percibir todos los sentidos silenciados; como entre algodones. Me veía a mí misma y a la vida como detrás de una pared de cristal insonorizada. Recorría mi vida como a través de un túnel. De esta manera se siente menos el dolor emocional y físico, ese es el objetivo de la disociación. Estaba permanentemente en una especie de estado de trance, y me llevó mucho tiempo desactivar ese fuerte mecanismo de defensa que había automatizado en la prostitución, hasta poder volver a sentirme a mí misma, y a la vida de mi alrededor. Durante mucho tiempo no entendí lo que me pasaba, lo que derivó en un comportamiento evasivo y de huida, que hizo que me aislara aún más.

Hoy por hoy soy otra persona. Mientras antes estaba debilitada por las consecuencias del trauma, hoy puedo escalar montañas, y he desarrollado una imperturbable autoestima que me hace estar 100% segura de que puedo lograr todo lo que me proponga y por lo que luche. Disfruto de cada pequeño detalle. Desde que dejé la prostitución he descubierto el mundo de nuevo. Me he hecho fuerte y ahora nada puede conmigo. Y tengo muy claro: nunca olvidaré la prostitución, pero salí física y psicológicamente de ella. ¡Para siempre!

Hace ya años que se ha reconocido que la ley de prostitución (ProstG) de 2002 ha sido un fracaso. Se ha argumentado a menudo que las mujeres prostituidas tenían que organizarse y defender sus derechos; pero eso es difícil e incluso imposible, porque perecen en la prostitución; y no después de años, sino inmediatamente. Estar con el primer putero me costó muchísimo. Sensaciones como asco, aversión, vergüenza, pena y miedo me hicieron casi imposible hacerlo. Estaba a punto de gritar y llorar. Cuando todo terminó, algo se había roto dentro de mí. Quería gritar, pero ya no podía; quería llorar, pero ya no podía. Habían silenciado y matado mis sentimientos. Con cada putero pierdes un poco más la capacidad de defenderte y resistirte; porque con cada penetración no deseada la disociación domina el cuerpo y se desgarra la persona más y más. Las penetraciones son la humillación y degradación a objeto de uso sexual constante de la persona. Se expropia la dignidad humana. Una deja de percibirse a sí misma como una persona con emociones, y esta es una de las razones por las que muchas víctimas de trata siguen en la prostitución incluso después de que el proxeneta haya desaparecido de sus vidas. Destroza su personalidad, su voluntad y su identidad. Es absurdo suponer que precisamente esas personas son las que deben resistir y luchar por sus derechos. ¡Es el estado el que debe proteger a estas personas! Por eso mismo, es escandaloso que el partido verde, que lanzó la Ley de Prostitución en 2002, no tuviese en cuenta a ninguna de las voces críticas con la prostitución en el reciente Congreso del Futuro Feminista que organizaron durante el 7 y 8 de septiembre. Y que continúen aferrándose descaradamente a su legislación liberal de la prostitución.

Dejar atrás la prostitución es una lucha por una misma y contra todos los obstáculos e inseguridades. Una lucha contra un estado que normaliza esta violencia legitimándola en lugar de detenerla. Nuestra sociedad debería empezar a darse cuenta de que la prostitución es violencia y de que es muy difícil salir de ella debido a las circunstancias actuales en Alemania. Deberían abrir brazos y puertas en vez de cerrarlos. La creación de alternativas es extremadamente importante, porque en Alemania contamos con muy pocas.

Para quienes están saliendo es importante que, a pesar de todos los contratiempos y dificultades, puedan confiar en la bondad; en las relaciones respetuosas, el amor y la amistad verdadera. La paciencia es la clave. Creer y confiar (en una misma) que conseguirás salir, y que será mejor y definitivo.

Este proceso interior de salida psíquica es un punto importante. Un proceso interno de plena confianza en que la prostitución, por toda la violencia que conlleva, jamás volverá a ser una opción. Un proceso interno de aceptación de que el valor propio y la dignidad son intocables. Un proceso interno de amor propio tal que no permita a ningún putero hacerse con la situación ni conseguir herirte ni traumatizarte. Alemania debe despertar de una vez y castigar a quienes infligen la violencia, los puteros. Con este artículo queremos y esperamos alentar a las mujeres a no abandonar su sueño volviendo a la prostitución, mientras el estado alemán asume su responsabilidad. Por eso nuestro mensaje a todas las mujeres que se plantean volver es claro: ¡prostitución, nunca más!